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Los retos que enfrenta la arquitectura como consecuencia de la pandemia de COVID-19

La arquitectura constituye el escenario que hace posible nuestras relaciones. “Arquitectura y sociedad siempre van de la mano, a veces para bien y otras para mal… La llegada de la COVID-19 va a cambiar nuestra sociedad y, como consecuencia, la arquitectura” (Carme Pinós, 2020).

Hoy en día es cada vez más frecuente que temas relacionados con la arquitectura y el entorno urbano sean más notorios, tales como la falta de áreas verdes, la apropiación del espacio, contaminación espacial, el hacinamiento, inseguridad, entre otros que puedan repercutir dentro de la calidad de vida de las personas. La arquitectura es una disciplina que se encuentra íntimamente relacionada con el medio social y que debe de ser desarrollada para dar una buena interpretación.

Durante esta actual pandemia “COVID-19”, la manera de vivir los espacios se ha modificado; derivado de las nuevas limitantes, principalmente las de desplazamiento, que han provocado una nueva reconfiguración de los espacios que debe de adecuarse a las necesidades que han migrado a los hogares. El cataclismo que provocó este cambio, ha traído incertidumbre para muchos de los hogares, en especial para aquellos que habitan en las periferias de las ciudades, puesto que las conurbaciones no están preparadas para un aislamiento que reconfigurara los espacios a pequeña y gran escala.

El concepto de calidad de vida se ha relacionado con el bienestar del individuo, que se obtiene a partir de la satisfacción de sus necesidades básicas. Existen diferentes visiones acerca de cuáles son esas necesidades, pero cualesquiera que sean, existe consenso en que son de carácter universal. Son las formas de satisfacerlas las que varían en función de distintos contextos socio-culturales. La satisfacción por parte de la población, implica acciones sobre el medio natural y sobre el medio artificial en sus diferentes escalas: local, regional y global (Discoli et al., 2010).

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Foto por Matteo Jorjoson / Unsplash

El modo de vida que se conocía se encuentra condicionado por un modelo preponderantemente a través de relaciones personales, que centra su desarrollo en la movilidad y la interacción humana. Esto incide fuertemente en la nueva normalidad que trajo consigo el confinamiento: 

  1. La desarticulación con espacios sociales a partir de una lógica de aislamiento, límites de aforo y un ambiente controlado.
  2. La degradación del medio social artificial ligado al subdesarrollo y a la pobreza, particularmente en los asentamientos urbanos. 
  3. El acceso a los servicios de toda una población afectada cuyas repercusiones tendrán naturaleza múltiple: social, económica, educativa, cultural, etc.
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Estos problemas no son algo nuevo, sin embargo, tras la pandemia COVID-19 se hicieron más evidentes. Nuestro modelo de sociedad lleva ya dando síntomas de agotamiento desde finales del siglo XX. Y, en este punto, Jorge Ponce, concreta que la pandemia ha sido un llamado a la reflexión sobre el drama ecológico que vive el planeta, que en gran medida está motivado por hábitos de vida de consumo excesivo que se han demostrado insostenibles y que mucha gente comenzará a cambiar. “Hábitos que afectan a nuestros modos de desplazarnos, de trabajar, de pasar el tiempo libre, y que por tanto afectarán a la arquitectura, en tanto especialización de nuestros modos de vivir”.

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©France24

Nos dimos cuenta que gran parte del problema se reflejó dentro de las grandes urbes, derivado de un hacinamiento en todos los sentidos, es así como nuevamente llegamos a preguntarnos si la configuración del territorio está bien planteada o no es más que una desconexión directa que se ha suscitado entre los habitantes y la ciudad, debida a las barreras tangibles del lugar, provocando que las interacciones sociales se arraiguen a través de construcciones ficticias, producto del abandono o descuido de los espacios públicos. 

Para ello se deben de identificar los aprendizajes más significativos que nos brindó el confinamiento, para así lograr mejorar la calidad de vida de los habitantes a través del quehacer arquitectónico en un ejercicio de transformación. Basado en la interacción directa entre el medio urbano y las personas, las cuales ayudarán a poner en marcha los aspectos de fortalecimiento de los servicios públicos, nuevos modelos de configuración urbana que le darán orientación y sentido al espacio social.

En consecuencia, la carencia de espacios designados para realizar y llevar a cabo sus actividades sociales y de esparcimiento, provocó la formación de quimeras en puntos específicos de la urbe, que en muchos de los casos deformaron la manera en la que se viven los ambientes comunes; empezando a romper y sectorizar la zonas, reconfigurando una nueva forma de interacción social interna, de tal manera que hoy en día, esta reestructuración repele a aquellos que no se encuentren en las cercanías de las quimeras y provoca páramos que fungen como brechas para los ejes recreativos.

Este medio de interacción incorpora y conjuga nuevas dimensiones, complejizando el concepto de calidad de vida, lo que incide sobre la planificación y la gestión de la ciudad. Las acciones por emprender deberán tener como objetivo elevar la calidad de vida de la población tanto en la provisión de servicios básicos de infraestructura como en los de educación, salud y vivienda, así como en la regulación de los aspectos físico-sociales-ambientales a partir de los nuevos lineamientos presentados.

Bibliografía

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