nido del quilico

Nido del Quilico, un refugio en la Cordillera de los Andes.

Taller Al borde – UTI Universidad Tecnológica Indoamérica

Extracto de la conversación sostenida por los profesores del taller junto a Darío Cárdenas, Daniel Sandoval y Jonathan Proaño. Un lugar para resguardarse de un clima extremo al momento de contemplar y practicar parapente es lo que dio origen a esta obra: En Baños los deportes extremos son pan de cada día. El que más me llamaba la atención desde pequeño fue el parapente y me gustaba ir corriendo a ver dónde aterrizaban las personas que lo practicaban*. La obra se inserta en la topografía del lugar definiendo un espacio de reunión, de espera y contemplación vinculando suelo y cielo en un solo punto a partir de una pequeña puerta que define el acceso transparentándose hacia el generoso entorno en el cual se emplaza la obra. El dialogo topográfico que se establece con el lugar queda en manifiesto a partir de la estratificación del terreno que se asoma en el acceso de la obra, promoviendo la cualidad material del lugar a través de la granulometría de las piedras que quedan a la vista de manera visceral.

Cordillera de los Andes

Entrevista de Al Borde con el estudiante Darío Cárdenas

Al Borde: Cuéntanos tu historia

Darío: soy de Baños, en esta ciudad los deportes extremos son el pan de cada día. Desde pequeños con mi hermano nos llamó la atención el parapente, cuando veíamos a unos locos botándose de la montaña siempre íbamos corriendo a ver donde aterrizaron. Un día contactamos con un instructor, nos tocó trabajar duro para poder pagar el curso, mi hermano me apoyó bastante. Trabajaba en un bar, el viernes entraba a las ocho de la noche y salía a las tres de la mañana, a las siete me iba a Ambato a clases hasta las cuatro de la tarde, regresaba, me bañaba y de nuevo me iba al bar, así se pagó el curso y podría decirse que así empieza esta historia…

Al Borde: ¿Cómo nace el proyecto?

Darío: Cuando estás en la montaña, a veces debes esperar mucho tiempo para poder volar. Llegamos arriba por lo general tipo tres de la tarde, lo usual es esperar hasta cinco o seis para despegar. Pocas veces se puede volar ni bien llegas, bajarse del carro, armar todo y te fuiste, puedes pasar volando unas dos horas, todo depende del clima. Lo cierto es que en la montaña hay que esperar y hace mucho frío. Propuse como proyecto hacer un refugio, después fui a preguntar al dueño del terreno si lo podía hacer, él también hacía parapente con nosotros, me dijo que siempre ha querido hacer eso y que su plan era comprar un container, excavar la tierra y ponerlo ahí, pero el costo era muy alto.

Cordillera de los Andes

Al Borde: ¿Por qué debe estar enterrado el proyecto?

Darío: Es demasiado riesgoso que algo sobresalga en el terreno, desde ahí despegamos y aterrizamos, cualquier obstáculo te puede romper una pierna, más que todo por la velocidad a la que estás.  Volar en la cordillera de los Andes es cosa seria, hay veces que estás súper tranquilo, y de repente las condiciones cambian de la nada, por seguridad tienes que buscar aterrizar de inmediato, llegas muy rápido al suelo, no te da tiempo de desacelerar, te puedes dar contra el piso y revolcarte, todo mal. Imaginate si tienes algo contra lo que te puedas golpear, te diste contra eso y ahí quedaste.

Al Borde: Construir un proyecto es toda una aventura, ¿Cómo fue la tuya con tu grupo?

Darío: Un vecino vio la retroexcavadora trabajando y se asustó, le explicamos el proyecto pero no nos creyó, nos dijo que en esa área no se puede construir, porque se la quiere proteger y declarar zona intangible. A la final, el señor nos fue a denunciar al municipio, por suerte habíamos socializado el proyecto con la gente de obras públicas, y nunca subieron a decirnos nada, si nos paraban la obra perdíamos el semestre. Que se declare zona intangible nos conviene a nosotros porque así no ponen líneas de alta tensión, lo que asegura que siempre podamos volar desde ahí.

En vez de pelear con el señor, nos hicimos amigos, le convencimos que el proyecto no iba en contra de un área de protección y que potenciaba el turismo, le explicamos detenidamente todo y terminó ayudándonos. En su terreno encargamos la herramienta, de ahí sacamos la conexión eléctrica, el agua para el hormigón, y también le compramos sándwiches y café para aguantar el hambre y frío en la obra.

Al Borde: ¿Tuvieron mano de obra especializada en la construcción?

Darío: Nadie, solo la máquina que hizo la excavación, el resto con mis compañeros de grupo Jonathan y Daniel, a veces los amigos del parapente también ayudaban y a ratos a los turistas les dábamos una pala para que ayuden y pasen el frío. En ese sentido fue chévere ver que todos metían mano en lo que podían. Algunos amigos del parapente nos aportaron económicamente, otros nos regalaron los ladrillos y los trajeron al sitio, otro compañero nos dio todo el plástico, y así con el aporte de todos fue saliendo.

La entrega final era un miércoles. Lo más complejo era la puerta, le pedí ayuda a un señor de Baños muy cercano al club de parapente, él es carpintero, hablé con él como tres semanas antes de la entrega y me dijo: de una dale, me avisas cuando quieras y le hacemos. Compramos la madera el jueves, pensé: nos dedicamos hacer la puerta viernes, sábado, y el domingo y listo, tiempo de sobra hasta el miércoles de la entrega. Pero justo este señor, Marcelito se llama, había conocido a una extranjera y se escapó el fin de semana, apagó el teléfono, y yo llamándole como loco con la madera en la casa. Finalmente contestó el lunes temprano: “disculpa hermano, es que conocí una extranjera, que ni sabes!!!, y me voy a casar y toda la cosa”. Quedamos en vernos en la tarde en el aserradero de su primo, ese día dejamos todo cortado. Al día siguiente fue igual, nos vimos en el aserradero después de su trabajo y armamos la puerta.

Cordillera de los Andes

Al Borde: ¿Cómo fue la entrega final?

Darío: Miércoles en la mañana, Marcelito faltó a su trabajo para instalar la puerta con nosotros, por la tarde llegaban los profes para la entrega final en el sitio. De Baños salimos como a las seis y media de la mañana, hicimos la mezcla para fijar los parantes y en medio de la obra nos dimos cuenta que nos olvidamos las bisagras. Marcelito dijo: “ándate a comprar cuatro bisagras… unas grandotas!!!”, la puerta es pesadísima así que mejor compré seis. La prueba final fue sacar las estacas, los apoyos y que la puerta se abra, si no se desbarata aprobamos el semestre nos dijimos, y al rato llegaron los profes.

Al Borde: ¿Cómo está el proyecto?

Darío: Todo está intacto, le usan bastante, todos los fines de semana hay gente en la montaña, cuando los turistas tienen mucho frío se van al refugio y otros al carro, a veces hay mucha gente y no entran todos, porque el proyecto es para diez personas que estén bien sentaditas viendo el paisaje.

Profesores: Al Borde
Ayudante de Cátedra: Stéphanie Amstutz
Institución: UTI – Universidad Tecnológica Indoamérica
Estudiantes: Darío Cárdenas, Jonathan Proaño & Daniel Sandoval
Ubicación: Pelileo, Tungurahua, Ecuador
Infografía: Marie Combette
Fotografía: JAG Studio, Darío Cárdenas & Al Borde

Galería del Proyecto


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